Arte de fin de siglo

Diccionario gráfico de términos que se emplearon durante el noveno curso de la licenciatura en diseño grafico y comunicación visual de la UAM Xochimilco.

viernes, junio 30, 2006

Simbolismo

Arte de fin de siglo

La escultura simbolista




Rodin, Las puertas del infierno.















La escultura simbolísta posee aires de vanguardia apegados a la estética académica.

Simbolismo en la literatura

Los precursores literarios de esta corriente fueron el poeta norteamericano Edgar Allan Poe, que tanto influyó sobre Charles Baudelaire, y los franceses Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, llamados también "poetas malditos". El más representativo fue Stéphane Mallarmé (1842-1898), quien creó un lenguaje hermético, cercano al antiguo culteranismo español y cercano a la sintaxis del inglés. Otros autores de menor importancia fueron Auguste Villiers de l'Isle-Adam (1838-1889), Prosper Mérimée (1803-1870), más conocido como narrador; Gérard de Nerval, (1808-1855), poeta de trágico fin; Joris Karl Huysmans (1848-1907), más conocido como escritor del decadentismo; Albert Samain (1858-1900), Rémy de Gourmont (1858-1915), Alfred Jarry (1873-1907), creador de la Patafísica y más importante como autor teatral y como precursor de la literatura de Vanguardia; Gustave Kahn (1859-1936), Jules Laforgue (1860-1887), el primer introductor del verso libre; Maurice Maeterlinck (1862-1949), que creó el teatro simbolista; Stuart Merrill (1863-1915), Albert Mockel (1866-1945), Jean Moréas (1856-1910), Henri de Régnier (1864-1936), Adolphe Retté (1863-1930), Paul Valéry (1871-1945), que pasó del simbolismo a una intelectualizada poesía pura; el belga Emile Verhaeren (1855-1916), también narrador, y Francis Vielé-Griffin (1863-1937), entre muchos otros. En otros países el simbolismo tuvo también extensión: en Rusia, por ejemplo, fue divulgado por Alexandr Alexándrovich Blok; en Suecia, el dramaturgo August Strindberg recurrió a algunos de sus postulados, y en el mundo hispanoamericano y español se difundió a través del Modernismo.

El corazón delator de Edgar Allan Poe


¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón

Simbolismo literario hispanoamericano

El simbolismo literario hispanoamericano y español, con algunos importantes antecedentes peninsulares como Gustavo Adolfo Bécquer y como Salvador Rueda, se subsumió en un movimiento más general conocido como Modernismo que empezó en Hispanoamérica. Se encuentra simbolismo ya en los cubanos Julián del Casal y José Martí, en el colombiano José Asunción Silva, en el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera y en otros autores posrománticos hispanoamericanos; Rubén Darío, gran introductor del Modernismo en España, lo asimiló y difundió; en España lo cultivaron Antonio y Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Francisco Villaespesa y Ramón Pérez de Ayala entre los más importantes. En Hispanoamérica se encuentra en el argentino Leopoldo Lugones, en Julio Herrera y Reissig, en Ricardo Jaimes Freyre, Amado Nervo, Salvador Díaz Mirón, Guillermo Valencia, José María Eguren y en muchos otros autores modernistas.

Oblación Abracadabra.
Lóbrega rosa que tu almizcle efluvias
y, pitonisa de epilepsias libias,
ofrendaste a Gonk-Gonk vísceras tibias
y corazones de panteras nubias,
para evocar los genios de las lluvias
tragedizaste póstumas lascivias
entre osamentas y mortuorias tibias
y cabelleras de cautivas rubias.
Sonó un trueno. A los últimos reflejos
de fuego sangre, en místicos sigilos,
se aplacaron los ídolos perplejos...
Picó la lluvia en crepitantes hilos
y largamente suspiró a lo lejos
el miserere de los cocodrilos.


Julio Herrera y Reissig

Ángel Zárraga
(1886-1946)




La Dádiva (El Don.) 1910
Óleo sobre tela

La obra mide aproximadamente 1 metro de alto por 1.5 metros de largo.

La obra esta compuesta en un primer plano por los cuerpos de cuatro personas divididas en parejas, una a la izquierda y otra a la derecha, la pareja de la izquierda se compone por ancianos mendigos; el primero es un hombre delgado, mide 1.2 metros, se encuentra se encuentra al frente con el semblante hacia el lado derecho del cuadro. Esta recibiendo un racimo de uvas con su mano izquierda estirada mientras que con la otra mano se sostiene con la ayuda de un bastón largo de 1 metro aproximadamente al parecer de madera que pierde su color rojizo a medida que lega al punto en que el anciano lo sujeta, su brazo derecho esta flexionado con un ángulo cerrado, su posición es levemente encorvada tiene el torso semidesnudo ya que solo porta una capa de color verde guisante que esta amarrada a su cuello y cuelga hasta su brazo izquierdo tapando su muslo derecho en casi su totalidad y el izquierdo parcialmente, sus rodillas están levemente flexionadas a 160 grados aproximadamente, dando así un efecto de el abdomen resaltado, su mirada esta agazapada hacia un punto en el racimo que esta recibiendo, su rostro presenta dos arrugas en la mejilla y una en la frente, su nariz es aguileña con tonos mas rojizos en la punta, tiene calvicie en la parte superior de la cabeza y cabello grisáceo en la nuca y las patillas tapando parcialmente su oreja derecha. Su cuerpo se encuentra iluminado desde la parte superior derecha dando destellos en la piel del cráneo y sombras duras en su hombro derecho y su axila izquierda.

El segundo mendigo se encuentra detrás del primero es mas alto aproximadamente por 10 centímetros y el color de su piel es mas oscuro, tiene recargado el peso de su cuerpo sobre una muleta que descansa en su axila izquierda y sostiene con la mano del mismo lado, esta mas arropado que el primer mendigo; lleva una camisa blanca desabotonada y fajada en el pantalón, un escapulario de 4.5 cuello hasta el abdomen, un abrigo grisáceo de tonos medios sin mangas que cae hasta la altura de sus espinillas, su pantalón es de un color vino y se logra distinguir un pedazo de un cinturón o faja de tonos mas claros, en el pie izquierdo que es el único que se alcanza a percibir calza una sandalia sencilla con un entrecruce.

Su mirada esta perdida dando la sensación de ceguera, tiene la barba crecida hasta el pecho, la coloración de la barba varia desde el gris medio de la raíz hasta llegar al blanco grisáceo en las puntas, su barba se junta con su escaso cabello que crece en la nuca, su oreja visible es puntiaguda y se alcanza a ver en su totalidad, tiene la nariz recta y bigote de la misma tonalidad y espesura de la barba. Se encuentra en una zona oscura de la obra y le llegan dos destellos uno a la camisa y el segundo a la frente alta.

La mujer que esta al frente de las dos mide como 90 centímetros es de complexión media un poco obesa en el área de la cadera, se encuentra semi-desnuda ya que solo tiene una túnica de color crema con adornos de flores rosas con verde su posición corporal denota compasión, su brazo derecho esta levemente estirado hacia abajo con la mano hacia abajo sujetando el racimo, en el centro de su pecho se encuentra su mano izquierda, su antebrazo esta pegado al vientre y sujeta una túnica que va desde su estomago hasta su otra mano por detrás de los racimos cubriendo ambas piernas en la zona de los muslos y hasta la mitad de las espinillas. Sobre su cabeza utiliza un velo transparente de color verde que cubre su cabello recogido de color café oscuro, su rostro esta girado hacia la izquierda en comparación con su cuerpo, su nariz es pequeña al igual que su boca y sus cejas son delgadas. Su cuerpo es el mas iluminado del cuadro sin generar sombras duras en ella.

Por ultimo la mujer que se encuentra detrás esta sosteniendo un platón con mas racimos de uvas y espera a su acompañante, se encuentra recargada sobre su pierna derecha que esta estirada mientras su otra pierna esta levemente flexionada, viste una túnica transparente que le cubre el cuerpo desde el pecho, su cabello se encuentra cubierto por un velo amarrado con un nudo al frente en medio del pecho y cuelga hasta el ombligo, de su mano izquierda cuelga otra tela estampada de color vino con adornos negros y amarillos, su rostro esta de frente, tiene los ojos oscuros la nariz recta y la boca pequeña, su cabello es negro y esponjado.

En el fondo podemos apreciar una colina pequeña que abarca hasta el 20 por ciento de la imagen, mas arriba hay tres nubes colocadas de manera inclinada sombreadas a los extremos e iluminadas en el centro, la iluminación de esta obra viene de la parte frontal y no corresponde con una iluminación natural.


Paul Gauguin.
El Swineherd, Britania, 1888

Van Gogh
Autorretrato dedicado a Paul Gauguin.

La escuela de Pont-Aven

Esta escuela se conformo por alumnos de la Escuela de Bellas Artes de París
En 1886 llega Gauguín y en 1888 se instala un grupo de pintores dispuestos a seguir sus enseñanzas al margen de la Academia. Participan en la exposición del Café Volpini en 1889. Ese mismo año, Gauguín marcha para Tahití y el grupo se desvanece.
Sus obras se caracterizan por el uso libre del color, pueden pintar la hierba roja si así lo sienten. El color se aplica en grandes manchas y con tintas planas. Utilizan el cloisonismo. El resultado es una obra altamente decorativa. En esta forma de pintar ha influido mucho el conocimiento del arte primitivo y las estampas japonesas. Existe una voluntad de sintetizar las formas. Son una síntesis entre el estilo impresionista y el simbolista por lo que pueden ser considerados simbolistas, por su espíritu.
Entre los pintores más destacados de Pont-Aven están Emile Bernard, Charles Laval, Jacob Isaac Meyer Haan, Paul Serusier, Claude-Emile Schuffenecker, Cuno Amiet, Louis Anquetin y Roderico O’Connor.

Simbolismo

El simbolismo fue un movimiento que se creo como reacción al naturalismo, tuvo influencia en la literatura y la pintura, algunos historiadores del arte lo relacionan al expresionismo como una evolución de éste.

Aunque se puede hablar de este movimiento como universal y que supera las fronteras y estilos personales, su origen se dió en Francia y Belgica entre 1880 y 1890.

Entre los artistas mas destacados que estuvieron en este movimiento se pueden mencionar a Van Gogh, Gauguin, Gustav Klimt y Edvard Munch.

Teatro impresionista

La influencia de las obras de cine impresionista tuvieron un claro impacto en el teatro de la época, se utilizaba el decorado y la vestimenta como una estructura superior al drama principal que llevaba a las obras a rebasar la simplesa y la convencionalidad.

El expresionismo en el cine


Con la película El gabinete del doctor Caligari, en 1919, Robert Wiene se convirtió en uno de los primeros directores que introducía elementos claramente expresionistas en el cine. En este medio se llega al simbolismo a través de los decorados, las luces, el vestuario y la interpretación de los personajes, elementos que aspiraban a mostrar a través de la gran pantalla una óptica deformada de la realidad. En un principio, el cine mudo alemán estuvo plenamente vinculado al expresionismo con directores como Fritz Lang, Friedrich Murnau, Paul Leni y Paul Wegener, entre otros. Algunas de las obras más representativas de este período fueron: Nosferatu, Metrópolis, Las tres luces, El último ("Der Letzte Mann", también conocido como La última carcajada), y El testamento del Dr. Mabuse. La desmesura iba asociada a un tipo de cine de terror y fantástico, lo que condicionó su desarrollo. Algunas obras posteriores se realizaron en la etapa del cine sonoro, por ejemplo, M el Vampiro (también conocida simplemente como M), otra película de Fritz Lang. No obstante, en la cinematografía más moderna, sus representantes más significativos como Orson Welles y Andrzej Wajda incorporaron una estética mucho más madura y alejada del exceso de teatralismo.



Caballos azules (1911) de Franz Marc


Caliban, Figurine für Shakespeares »Sturm«, de Franz Marc.

Der Blaue Reiter (El Jinete Azul)

Der Blaue Reiter (El Jinete Azul en español) fue un grupo de información artística del expresionismo fundado en Múnich por Wassily Kandinsky y Franz Marc en 1911.

El expresionismo

El expresionismo es un movimiento artístico surgido en Alemania a principios del siglo XX, en concordancia con el fauvismo francés. Recibió su nombre en 1911 con ocasión de la exposición de la Secesión berlinesa, en la que se expusieron los cuadros fauvistas de Matisse y sus compañeros franceses, además de algunas de las obras precubistas de Pablo Picasso.
En
1914 fueron también etiquetados como expresionistas el grupo de los pintores alemanes en Dresde y Berlín a partir de 1911; y Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), formado en 1912 en Munich, alrededor de un almanaque, dirigido por Kandinsky y Marc.
El expresionismo se entiende como una acentuación o deformación de la realidad para conseguir expresar adecuadamente los valores que se pretende poner en evidencia, y se manifestó como una reacción parcial al
impresionismo.

Naturalismo

El arte naturalista se caracterizó por tratar de comprender las razones del comportamiento humano y no reflejar la realidad de manera objetiva, como hacía el Realismo.

El amor del colibrí


Manuel Ocaranza
(1841-1882)

El amor del colibrí, ca. 1869
Óleo sobre tela


La obra mide aproximadamente 1.2 metros de altura por 80 centímetros de ancho.

Esta obra muestra a una mujer joven con los brazos cruzados que esta parada en una posición de tres cuartos hacia el lado izquierdo en una ventana observando a un colibrí que chupa una flor.

La joven mide aproximadamente 90 centímetros, esta al centro de la obra levemente cargada hacia la derecha. Su rostro se encuentra inclinado hacia el frente aproximadamente a 70 grados igual que su mirada. Su cabello es oscuro y lo tiene recogido con un resorte rojo que se ve por encima de su cabeza y unos prendedores del mismo color y bordes plateados, su peinado le dibuja una división de cabello en el centro de la frente alta y deja caer dos rizos a los hombros, de su lóbulo izquierdo cae un arete redondeado de color rojizo, su tez es clara con las mejillas rojizas, tiene los labios cerrados, pintados de rojo claro, su nariz es recta, puntiaguda y fina, sus mejillas son prominentes al igual que su mentón, sus ojos son de color negro y sus cejas son pequeñas, rectas y poco pobladas. En su cuello lleva colgando una imagen de oro en forma de elipse. Esta ataviada con un vestido blanco de tul con las mangas y los hombros translucidos, en la cintura utiliza un cinturón rojo con la hebilla dorada, por la parte trasera el cinturón tiene una terminación con forma de moño.

Sus mano derecha tiene entre los dedos un papel doblado de color azul cielo, esta en su pecho izquierdo cruzando por debajo de la mano izquierda y su mano derecha esta en su hombro derecho cruzando la muñeca por encima de la izquierda.

Frente a ella hay una silla neoclásica de madera oscura recubierta con una tela crema con flores azul agua y verde claro, sobre el respaldo de la silla se encuentra un manto verde ocre que cuelga hacia ambos lados.

La ventana tiene un marco sin remate de piedra adornado con dos biseles anchos y en medio pequeños círculos en alto relieve, detrás de la mujer hay una ventana de madera que es 15 centímetros más alta, verde puro con rendijas horizontales inclinadas.

Frente a la silla, sobre el marco de la ventana hay una vasija color rojo quemado con la boca más ancha que la base, sobre ella hay un libro abierto boca abajo, con las portadas cubiertas de color azul oscuro y el titulo en letras doradas, debajo de el libro hay una tela bordada de color blanco que sale de la vasija y cae en el marco de la ventana.

Del lado izquierdo de la vasija sobre el marco de la ventana, hay un jarrón de 30 centímetros de alto, tiene un dibujo de flores rojas con verde y botones azules con el remate superior azul con dorado, en la base tiene una franja dorada levemente desgastada. El jarrón tiene una flor blanca con el tallo largo de 35 centímetros, en el tallo tiene espinas verdes y de la boca de el jarrón salen hojas de el mismo tono con las puntas amarillentas, la flor blanca tiene cinco pétalos y el centro amarillo, por encima de esta flor y de el lado izquierda hay un colibrí oscuro de 8 centímetros de alto aproximadamente.

La cortina es roja de una textura rugosa y es abatida por detrás de la mujer y de la ventana rozando la silla y el vestido de la joven.

De el lado izquierdo, por fuera de el marco de la ventana se extiende una enredadera de hojas verde fuerte y cerca de la esquina inferior izquierda hay un dos flores de 5 centímetros de diámetro cada una, de color rojo y violeta, debajo del marco de el lado derecho pegada al centro hay una planta de 25 centímetros de alto que asoma sus 7 botones rosas de flor.

En el fondo de la obra detrás de la flor blanca se alcanza a distinguir una pared con un espejo rectangular con el marco café que esta recibiendo un fuete destello de luz y una repisa larga por debajo es este.

La luz llega de un punto a lo alto del lado izquierdo y pega de frete al colibrí y a la joven alumbrándolos por completo y generando un brillo en la silla, a la que también da un reflejo con un tono rojo la cortina.

El grado de detalle en los trazos de esta obra es muy amplio, ya que se puede notar muy bien la textura de los diferentes materiales que el autor quiso emular, así como la textura de las telas e incluso el fondo y las venas y comisuras de la piel.

Prerealismo

Periodo de transición entre en romanticismo y el realismo.

El Realismo

El realismo fue un movimiento de la segunda mitad del siglo XIX, que se desarrollo en el arte plastico y la literatura, basó su atención en las sociedades, entendidas como un conjunto de conflicto. El nombre de realismo se tomó de la forma en que este movimiento retrataba a las sociedades en sus parcelas más desagradables y pobres.